Aura Roig

Entrevista realizada por Equipo Ulises. BCN, 2022

«Nosotras no nos movemos para sobrevivir, sino para vivir». Leímos esta frase en una nota de la agencia EFE firmada por Mar Marín en referencia a la Conferencia Internacional de Reducción de Daños celebrada en Oporto en 2019. Para comprender bien de qué daños se trata en un congreso como el de Oporto vamos a conversar con Aura Roig, fundadora y directora de la cooperativa Metzineres, una organización nacida hace unos años en el barrio del Raval de Barcelona. En su página web leemos que son una cooperativa sin ánimo de lucro enfocada a desplegar entornos seguros para mujeres en exclusión social, que pueden sufrir violencia y que consumen drogas ilegales.

Hola Aura. Explícanos por favor a quienes van dirigidas las intervenciones de Metzineres y quienes son las beneficiarias de vuestra actividad, y luego seguimos hablando si te parece bien.

Hola. Qué gusto e ilusión esta conversación.

Metzineres la componemos mujeres y personas de género no binario que sobreviven a múltiples situaciones de vulnerabilidad y violencia. Nos enfocamos en dar la bienvenida a las que usan drogas, porque en ellas recae un fuerte estigma, además de quedar excluidas de la mayoría de redes de atención sociosanitaria, incluyendo las especializadas como la de atención a la violencia o la de acompañamiento y protección en caso de violencia machista. La primera es marcadamente androcéntrica, ellas representan solo un 15% de la población atendida, sus necesidades no son contempladas y, a menudo, no son percibidas como lugares seguros, por ellas. La segunda, o bien no acepta a las mujeres que usan drogas, o bien las expulsa por usarlas. Lo mismo sucede con las redes dirigidas al sinhogarismo o salud mental.

Actualmente desde Metzineres acompañamos a más de 300 mujeres muy heterogéneas. La más joven tiene unos 19 años y la mayor 74. Un 72% con problemas relacionados con drogas, alrededor de un 80% está en situación sin hogar y un 50% vive en la calle.  Alrededor de un 40% tienen experiencia migratoria, un 20% se identifica como LGTBIQ+; un 16% ejercen el trabajo sexual y un 20% hacen sexo por supervivencia; un 30% han estado en la cárcel y alrededor de un 46% están o han estado psiquiatrizadas.

Todas viven violencias. La mayoría han sobrevivido violencias durante la infancia. En la edad adulta también, no sólo por parte de sus parejas sexo-afectivas, también por parte del entorno cercano o desconocido. Por parte de profesionales sociales y de la salud o derivada de la criminalización, por parte de policía, jueces o personal penitenciario. 

Existe un amplio número de oficinas de la administración pública para la atención social ¿hasta dónde llegan? ¿En qué podemos decir que fallan?

Para personas en grave situación de exclusión y vulnerabilidad, las redes de atención social y sanitaria condicionan prácticamente por completo sus vidas: tienen el poder de administrar ayudas económicas, acceso a techo o alimentación, custodia de las criaturas o adhesiones a tratamientos o recursos de acogida. 

El estigma que recae sobre las personas que usan drogas también está presente en la mayoría de estas redes. Se las percibe como problemáticas e incapaces de sostener responsabilidades. En este sentido, vivienda, trabajo e incluso protección ante situaciones de violencia suelen supeditarse a abandonar el consumo de determinadas sustancias psicoactivas. Poner las drogas en el centro y pensarlas como la única o principal causa de los problemas, obvia que en muchos casos el consumo de determinadas sustancias es una forma de lidiar con los traumas, los malestares, el frío de dormir en la calle, el miedo, la soledad o el aislamiento. 

En el caso de las mujeres y personas de género no binario esto se agrava ya que las redes de atención a las drogodependencias son marcadamente androcéntricas. En los centros de reducción de daños, la población atendida es en un 85% masculina, esto hace que a menudo dejen de ser espacios seguros para ellas y no den respuestas a sus especificidades y su heteregeneidad. Con todo ello, nos encontramos con muchas compañeras sobreviviendo a cronificadas situaciones de exclusión.

Paralelamente son muy pocos los recursos que incorporan a las personas atendidas en el diseño, la implementación, el monitoreo y la evaluación de sus actuaciones. Se trata de recursos asistencialistas y a menudo medicalizantes, que segmentan a las personas y que incluso pueden llegar a infantilizar a las personas que atienden. Pocas veces se las ponen en el centro de manera holística, tratándolas como expertas en sus propias realidades. 

¿Metzineres existe por una necesidad de la calle o por la voluntad de sus fundadoras? 

Diría que por ambas cosas. Por una parte ya hacía mucho que se identificaba la necesidad de que las mujeres que usan drogas, que habitan la calle, tuvieran un espacio propio en el que estar tranquilas, poder descansar y reivindicarse, donde se acompañara sus necesidades, inquietudes y deseos. La realidad de lo que vivían en los pisos de consumo, así como la cronificación de sus situaciones de exclusión eran un síntoma claro. 

Ahora bien, la forma que toma Metzineres tiene mucho que ver con la voluntad de las fundadoras.  Veníamos de conocer experiencias muy potentes alrededor del mundo, con muchas ganas de ensamblarlas y ponerlas en marcha en estas tierras. Teníamos claro que queríamos escapar de lógicas asistencialistas y de perspectivas prohibicionistas. Estábamos comprometidas en implicar a las participantes de cualquiera de nuestras propuestas, y queríamos incidir en movimientos sociales y políticas públicas que hasta el momento no consideraban las políticas de drogas con perspectiva feminista e interseccional en sus agendas.

¿Cómo está organizada Metzineres?

Somos una cooperativa sin ánimo de lucro. Aunque como proyecto empezamos en 2017, nos constituimos en 2020. 

La cooperativa la formamos mujeres y personas de género no binario, con conocimiento técnico, académico y/o con experiencia vivida. Somos un equipo multidisciplinar formado por técnicas comunitarias, jurista, trabajadora social, antropólogas, comunicadoras, enfermeras, educadoras sociales, psicóloga.  Desde un inicio hemos tenido claro que nos guiábamos por la premisa “Nada sobre nosotras, sin nosotras”, así que mujeres que llegaron como participantes se han ido incorporando entre las trabajadoras como técnicas comunitarias, talleristas y responsables del matenimiento del espacio. Hemos creado varios mecanismos de participación, con el objetivo de ser lo más horizontales posibles. Reconocemos que cada una de las que viene a Metzineres es experta en su propia realidad, por ello son consideradas interlocutaras indispensables a la hora de desplegar cualquiera de nuestras actuaciones.

¿Cómo se financia Metzineres?

Procuramos combinar la financiación pública, para todo lo que tiene que ver con la cobertura de las necesidades básicas y la atención sociosanitaria, con la financiación privada para todo lo que tiene que ver con activismo. Realizamos algunas actividades remuneradas como formaciones, asesorías, conferencias. Además contamos con una tienda online, donde vendemos las creaciones de nuestra compañera Mali (@maligneando) y algunas de las creaciones de las participantes de Metzineres.

Como muchas subvenciones y ayudas te piden un mínimo de 2 años de antigüedad, hemos contado con el apoyo de otras organizaciones, que nos hacen de paraguas. Primero fue Fundación Salud y Comunidad, luego ICEERS y ahora estamos con Episteme. 

La sostenibilidad y la continuidad diría que han sido las cuestiones más complejas que hemos tenido que encarar, seguimos pendiendo de un hilo. Es muy difícil para organizaciones tan pequeñas como la nuestra poder asumir los ritmos de la administración, que tardan meses en pagar y exigen multitud de condiciones. En lo que se refiera a  la financiación privada es muy difícil acceder y suele ser puntual. Los ingresos propios, de momento son bastante simbólicos y del todo insuficientes, por lo que no podemos depender sólo de ellos para sobrevivir. 

¿Cómo tratáis el consumo de drogas en Metzineres? ¿Qué tipo de drogas, legales o ilegales, son las más consumidas?

El consumo es un aspecto más a tener en cuenta en relación a ofrecer un espacio seguro para la mejora del bienestar. Aunque no situamos el consumo en el centro, por que que no nos definimos como sala de consumo supervisado, contamos con espacios de consumo acompañado, ya sea inyectado, esnifado, fumado o vía oral de cualquier sustancia psicoactiva sin hacer diferencias entre las legales y las ilegales. Trabajamos para reducir los daños que se puedan derivar del consumo y por supuesto, si alguna opta por dejar de consumir la acompañamos y de ser el caso derivamos a servicios de tratamiento, pero sabemos que para muchas, dejar el consumo no es una opción y que la mejora de su bienestar no siempre empieza o pasa por la abstinencia. Cada una decide, y nosotras procuramos acompañarlas en su decisión, sea la que sea.

Para muchas, el momento del consumo, es el único momento del día en el que están tranquilas, es el momento en que quieren hablar de cuestiones como vivienda, aspectos de la salud, emocional, física o psicológica, reproductiva, situaciones de violencia, familia, etc. 

No juzgarlas nos permite tener conversaciones honestas, también sobre el consumo, sin dar por supuesto que todos sean problemáticos. Para muchas de las participantes el uso de drogas tiene una función clara: para las que duermen en la calle, mantenerlas despiertas y alerta durante la noche; para las que hacen sexo por supervivencia, hacerlo más llevadero; algunas consumidoras de cannabis para reducir otros consumos que viven como más problemáticos como el crack o la metanfetamina. 

Lo que hemos visto es que cuando el consumo deja de ser una barrera de acceso, también puede dejar de estar en el centro de sus vidas.

Vuestro centro se encuentra en el barrio del Raval de Barcelona, ¿Cómo es la relación, en general, con las vecinas y vecinos? Teniendo en cuenta que el Raval es considerado un barrio conflictivo, con graves carencias materiales y de atención social, donde conviven diversas culturas y el trapicheo y consumo de drogas es notable.

Supongo que esa es la imagen que desde fuera y por lo que cuentan muchos medios de comunicación, puede percibirse del Raval. Para mí, que vivo y trabajo en el barrio, es una percepción sobre el barrio que no comparto.  Es cierto que ha sido un barrio precarizado donde se concentran poblaciones especialmente vulnerabilizadas y que hacen un variado uso del espacio público, incluido el trapicheo. Pondría la mano en el fuego que se consume tanto o más en otros barrios de Barcelona, la diferencia es que en el Raval, muchas de las que consumen, no tienen casa, y por eso tienen que hacerlo en la calle, a la vista de todas. 

Esto se une a los procesos especuladores y la gentrificación que vive la zona. Y de todo ello, el último fenómeno que sirve a la demonización del Raval, los narcopisos. Pisos en los que se da una venta  y consumo de drogas 24 horas. El tránsito continuo, trifulcas, cuestiones de higiene, tratos degradantes a clientes estaban causando muchos conflictos de convivencia, y la única solución que se proponía por parte del vecindario, los medios de comunicación y las instituciones, era la intervención policial.

Metzineres nace como una respuesta alternativa, ofreciendo un espacio de sosiego a aquellas que mujeres y personas de género no binario que solían frecuentar esos espacios y/o habitar la calle. Nos presentamos como lo que somos, vecinas del barrio, precarizadas, vulnerabilizadas y violentadas, pero con muchas ganas de aportar a la comunidad. Para muchas fuimos una sorpresa, nos trataban de naif, pero empezamos a colaborar en los espacios comunitarios del barrio e implicarnos en todo lo que podíamos. Liderando algunas acciones y organizando también algunos eventos, pero sobre todo con nuestra pa’ella de los viernes, empezamos a conocernos y generar lazos de complicidad. 

Fue fácil, el Raval sigue siendo un barrio con larga trayectoria libertaria, con una red vecinal y de colectivos riquísima, que potencia solidaridad y apoyo mutuo para hacer frente a las profundas desigualdades que se viven en el barrio. Y que no se calla, haciendo visibles tensiones y realidades que normalmente nos pasan inadvertidas. Hace un par de años gravamos un video, donde participantes de Metzineres entrevistan a otras vecinas, precisamente para tratar cómo fue esta acogida. 

Para acabar y teniendo en cuenta la idiosincracia del barrio del Raval barcelonés ¿Consideráis “exportable” la práctica de Metzineres a otras ciudades tanto del estado español como de fuera de él?

Evidentemente un espacio como Metzineres tiene que estar donde se necesita, es decir, donde hacen vida personas en múltiples situaciones de vulnerabilidad, que habitan la calle. Pero estas zonas existen en casi todas las ciudades. 

Aun así, si hablamos del estado español, todavía son muy pocas las comunidades autónomas que apuestan por un abordaje de reducción de daños, y que siguen ese falso ideal de un mundo libre de drogas. Catalunya hace décadas que cuenta con salas de consumo supervisado, lo cual nos ha allanado el camino, en lo que se refiere a la manera en que Metzineres aborda el consumo. También es cierto que la legislación española no castiga el consumo ni el acompañar a alguien que está consumiendo, y eso nos da la seguridad de no poner en riesgo ni a las personas que utilizan nuestros tocadores de consumo ni al equipo que las acompaña. 

Pero más allá de esto, se trata de un modelo de abordaje en continua construcción, que se va adaptando permanentemente a las personas participantes y al contexto. Esto ha hecho que sea de gran interés para gente de alrededor del mundo, atraída por su carácter comunitario, no medicalizante y costo-efectivo. De hecho, ya hemos acompañado a la construcción de espacios similares. Nos han invitado a presentarnos en conferencias alrededor de Europa, Asia central, Estados Unidos, África, Latino América porque está sirviendo como ejemplo. Justo antes de la pandemia pude visitar Charm City Care Connection, fundado y dirigido por nuestra querida Natanya Robinowitz, quien se inspiró en su estancia con nosotras, para crear este espacio.

Aquí lo dejamos, atrás quedan las calles del Raval de Barcelona con sus laberintos físicos y mentales. Nos despedimos con nuestros mejores deseos para Aura y estas intrépidas metzineres.