Canti Casanovas Arbó
Entrevista realizada por Equipo Ulises. Diciembre 2021
«Desconectamos, nos fuimos de casa…»
El pasado 2 de junio se inauguró en la Sala 3 del Palau Robert de Barcelona (Passeig de Gràcia, 107) una exposición con más de 700 piezas que pretende ser un reconocimiento del underground y la contracultura en la Catalunya de los 70. La muestra, encargada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat y comisariada por Pepe Ribas, fundador de la mítica revista Ajoblanco, estaba prevista que fuera clausurada el pasado 28 de noviembre, pero ha sido tal el éxito de público que se ha ampliado el plazo y podrá visitarse hasta el 6 de marzo de 2022.
Hoy tenemos el placer y el privilegio de poder conversar con Josep Maria “Canti” Casanovas, impulsor y gestor de contenidos de la web sense nom (lwsn.net), quien ha colaborado de manera muy activa en la preparación de la referida exposición.
La primera pregunta parece casi obligada: ¿has quedado satisfecho con el resultado final de la muestra?
Francamente sí. Por una parte, satisfecho porque la exposición supone un reconocimiento institucional del movimiento contracultural y por otra, también satisfecho de haber tenido la oportunidad de trabajar en equipo con Pepe Ribas y Dani Freixes. Creo que el resultado representa bien esta mirada diversa donde están bien representadas las tribus, episodios, luchas y corrientes principales en el seno del movimiento contracultural.
Aunque la exposición se centra en Catalunya, mucha gente del estado español se siente identificada con su contenido, incluso personas de otros países… ¿no estaríamos hablando de un movimiento transnacional?
Hablamos de un movimiento transnacional de los jóvenes del mundo occidental que en España tuvo su tempo y características propias. La exposición muestra más de 700 documentos y muchos de ellos tienen su origen en Catalunya, pero otros muestran lo que pasaba en Ibiza, Sevilla o Madrid. No había internet como ahora, pero había un gran intercambio. Los libros discos y revistas, las personas e ideas circulaban a velocidad de vértigo. Cuando se editaba un cómic underground en Barcelona a los pocos días podías comprarlo en el Rastro de Madrid o en Sevilla y a la inversa, los cómics de Madrid o Palma de Mallorca se distribuían en Barcelona o Canet de Mar. Incluso los editados en California llegaban a Barcelona distribuidos por los holandeses de Free Press en pocas semanas.
¿Crees que el hecho de que en España hubiera un régimen dictatorial, al contrario de lo que sucedía en el resto de países del entorno (a excepción de Portugal), benefició o perjudicó de cara al desarrollo de aquella contracultura autóctona?
Beneficiar no, en cualquier caso, partíamos de un punto de salida distinto al de otros países. En la España de los 60, creció una clase media que podía ir de vacaciones y frecuentar una discoteca, sin embargo, esta modernidad no tenía correlación económica ni política. Los jóvenes sentíamos como propios dos objetivos: primero dar carpetazo a una dictadura militar, sus pompas y sus cárceles, el otro alcanzar nuestro propio techo. Quizá por contraste aquí el deseo de libertad fuera vivido más intensamente que en otros lares y más personas se añadieran a tomar las riendas de su propia existencia, a ensayar formas y maneras de vida distintas para tocar un techo más alto que el que nos tenían asignado.
La cultura underground de los 70 se valió de numerosas herramientas de libertad: la música, el teatro, los títeres, la poesía, el cómic, las revistas, la radio, la universidad, el amor libre, la ecología, la espiritualidad, la objeción de conciencia, la fiesta, las tradiciones populares y, cómo no, la psiquedelia. ¿Qué papel desempeñó la experimentación con sustancias psiquedélicas en aquel contexto?
Creo que un papel muy importante. Antes de los 70 pocas personas habían conocido la LSD, pero durante los primeros años de la década asistimos a un boom alucinógeno. Hay que matizar que la LSD venía precedida de una fama de amplificador de la creatividad artística y muchos veníamos de escuelas de bellas artes. Entonces, tuvimos la oportunidad de probar ácidos de gran calidad y en unas dosis potentes que aseguraban el viaje iniciático. Nos puso a vibrar y abrió nuestros ojos, veíamos ya la materia de otra manera, entendíamos la naturaleza como un ser vivo. Vimos que la realidad no tiene un solo plano, sino que es múltiple. Atravesamos estas puertas sintiéndonos formar parte de la hermandad del rollo y aprendimos que lo realmente importante es el mundo interior y la amplificación del amor. Todo esto nos obligó a madurar en una dirección inversa a la prevista por nuestros padres. El ácido ahondó el abismo generacional. Desconectamos, nos fuimos de casa, dejamos trabajos y universidades retrógradas. Pisamos el acelerador y aprendimos a compartir experiencias. Trabajo creativo o simplemente un lugar, cosas tan cotidianas como fumar un porro, explorar la sexualidad, plantar una lechuga o preparar una comida. Introducimos los alimentos integrales. Todo esto sentó la dinámica de compartir, las comunas de convivencia y las fiestas de luna llena.
En más de una ocasión se ha hablado de la influencia de las bases estadounidenses (Rota, Morón de la Frontera, Torrejón de Ardoz y Zaragoza) para la penetración y posterior diseminación de la contracultura, a través de la música, la indumentaria, las costumbres, etcétera. ¿Cuáles fueron las grietas a través de las cuales se colaron en Barcelona y su área de influencia inmediata los postulados underground que se habían gestado en lugares tan lejanos como California, Londres o Amsterdam?
En Barcelona una grieta fue la presencia de la Sexta Flota americana que inundaba periódicamente las Ramblas y el barrio chino. Esto generó un underground local de clubs como el Jazz Colon, el Kentucky, el Texas, el Cosmos o el Panam’s donde se podía bailar o escuchar buena música. No faltaban camellos que vendían cajetillas de grifa. Hubo también relación con los hippies que a finales de los 60 pasaban por la Ramblas y se alojaban en la plaza Real antes de seguir viaje a Ibiza o Marruecos. Ser puerto de mar y también el hecho de tener la frontera francesa cerca fue decisivo. Sin embargo, tan importante como estas grietas culturales fue el sustrato cultural. En Cataluña el franquismo sociológico no alcanzó las cotas de Madrid u otras ciudades españolas. Cabe destacar que en la Barcelona de los 60 hubo una industria editorial muy fuerte. Aquí podíamos leer a Jack Kerouac traducido al catalán desde 1968, o en castellano a Huxley, Las puertas de la percepción en ediciones americanas y muchos otros. Pienso que en el desarrollo de la sociedad catalana de esta época fue muy importante el papel de la Iglesia, muy distinta que en otras partes de España. La Iglesia catalana, durante los años 60, puso en práctica las reformas del Concilio Vaticano II, del cual salieron los curas obreros y a los curas blancos, que ya no decían misa de espaldas al público, sino que dirigían un acto colectivo acompañados de guitarras y espirituales negros, donde tanto podía participar un budista como un musulmán porque de lo que se trataba, al fin y al cabo, era de afirmar un fundamento común a las religiones. En este contexto nos educamos. En el escultismo surgió en muchos de nosotros la pasión por la música. Luego de este mismo contexto salieron los primeros sellos discográficos, como Als 4 Vents y Diabolo, donde grabaron los grupos progresivos de los primeros 70, como Máquina! y los andaluces Gualberto, Nuevos Tiempos, Smash y tantos otros también de Madrid y otros lugares. Barcelona era a finales de los 60 y hasta el 77 la capital cultural de España.
La contracultura de los 70 bebió mucho de las fuentes del Mayo del 68. Sin embargo, mientras el movimiento estudiantil del 68 estuvo muy politizado, la contracultura de los 70 se nos presenta como algo mucho más hedonista y alejado de la política. ¿Estás de acuerdo con esta visión?
Es lógico que fuera de esta manera en un país donde todo era represión en todos los ámbitos. Aquí fue más importante lo dionisíaco, la puesta en práctica de una sexualidad libre y la fiesta. Creo que, como todo movimiento generacional, la contracultura de los setenta tuvo un eje politizado y otro vitalista. Según los itinerarios cada cual transitó más por uno u otro, pero desde una perspectiva actual, lo importante es que hubo un equilibrio entre ejes hasta finales de los 70 donde se podía percibir claramente un agotamiento de las propuestas colectivas y una radicalidad mucho mayor en los jóvenes que se incorporaban.
La exposición acaba con un espejo que apela directamente a la conciencia de todas y cada una de las personas que la visitan: “El tiempo continuó pasando, pero el individualismo, la fragmentación y la corrupción hicieron que la historia acabe aquí”. Demoledor. ¿En serio fue el desencanto el que marcó el punto final a la contracultura o eso del desencanto no es sino otro tópico más?
Para mí no es un tópico, creo que hubo un doble desencanto. Por una parte, en lo político, el franquismo se integró en la democracia y aun ahora, arrastramos aquellos problemas no resueltos. Esto quedó bien patente cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982 y no depuró ni el ejército ni la judicatura ni la policía y actualmente muchos de sus elementos e instituciones siguen perpetuándose en el poder. Francamente yo, y creo que muchas personas de mi generación, sentimos un grado elevado de desencanto al observar la distancia entre la España posible y la actual. Por otra parte, hubo un desencanto ocasionado por la rotura de las solidaridades que se habían tejido, abandonos y traiciones. Eso dolía más de cerca porque venía de compañeros. Ha terminado la fiesta, ahora a trabajar, ¡decían! Hubo una desbandada y aquello se disolvió. Algunos corrieron a profesionalizarse, en busca de la fama, a subir al barco de las nuevas revistas, nuevos medios. Esta rotura fue letal para la contracultura. La contracultura de los 70 había muerto y lo que vino después fue otra cosa.
En Barcelona -y también en Sevilla- no hacemos más que volver la vista atrás al underground, en Ibiza y Formentera al hipismo, en Madrid a la denominada Movida, en Valencia a la llamada ruta destroy, más conocida como ruta del bakalao, y las respectivas repercusiones culturales de todos estos movimientos. No estoy en contra de los reconocimientos, pero a veces me pregunto si no estamos contribuyendo a la creación de clichés tan nostálgicos como distorsionados…
Claro…. Veo retrospectivas, documentales y homenajes donde la finalidad es el reconocimiento y la celebración. En ellos hay mucha parte de nostalgia, pero no estoy en contra. Muchas personas necesitan escribir su biografía o contar su viaje no solo para satisfacer su ego sino para reconocerse a sí mismos en un marco colectivo que de sentido a sus vidas. ¿Repetimos clichés? Sí, claro, es un riesgo que surjan y se repitan. El hecho de ser protagonistas de esta época no nos hace inmunes ante los clichés de los medios de comunicación. Tampoco son inmunes los más jóvenes. La complejidad les incomoda, pero creo que nuestra labor es intentar modular estas distorsiones.
Es sabido que muchas libertades de las que gozamos hoy en nuestra cotidianidad tienen su origen en la contracultura de los 70, pero ¿crees que en la actualidad existe un movimiento underground que podamos considerar como heredero de aquellas fórmulas alternativas?
Creo que existe, pero como siempre lo underground no es fácil de observar. Veo muchos undergrounes desconectados y aunque parezcan hijos herederos los veo resignados a habitar en espacios subculturales y abocados a una banalización de las ideas que los promovieron. Es obvio que el 15M permitió visualizar una parte de este sustrato, pero pienso que transcurridos unos pocos años ha quedado bastante chamuscado.
Tenemos la impresión que actualmente no se da un elemento que durante los 60-70 resultó decisivo para la gestación de aquella cultura underground: la ruptura generacional. ¿Qué opinas al respecto?
Coincido con vosotr@s, parece que en la actualidad la única brecha entre generaciones sea tener mayor o menor conectividad a internet. No he visto otra ruptura generacional como la que existía entre silencers y boomers y fue precisamente la ruptura del vínculo lo que transformó la sociedad y la cultura durante el resto del siglo XX y XXI. Actualmente cada generación conserva un vínculo vivo muy arraigado con la anterior. Hay modas y unas estéticas que vuelan a gran velocidad, pero parece que ni el “turn in” conectar con la tribu, ni el “drop out”, abandonar la familia, son actualmente atractivos. Diría que hemos entrado en una balsa de aceite y no habrá cambios sociales movidos por el reemplazo generacional. Veremos cambios, y seguramente otros, pero ocasionados por otros factores.
Para concluir, Canti, ¿qué le dirías a una persona, digamos menor de 40 años, para animarla a que se acercara a disfrutar de esta exposición retrospectiva?
Le invitaría a venir a la exposición sin prisas y con tiempo suficiente. Creo que hay cosas que no se pueden comunicar verbalmente, que pertenecen al terreno de los sentimientos, pero es posible que las fotografías y videos de los 70 le transmitan el entusiasmo con que vivimos estos años, y, con ello me sentiría bastante satisfecho pues todo esto forma parte de la historia de los más jóvenes también.
¡Muchas gracias, Canti!… ¡Y enhorabuena por el resultado final de esa exposición, cuya visita recomendamos a todos nuestros lectores y lectoras!